Costumbres diana velez
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En el recetario tradicional
vallecaucano se incluye con excepcional propiedad el champús, que se ofrece
especialmente en los días domingos o fiestas regionales... Que también está la
cocina del Cauca, y la de Popayán en particular, de hondas tradiciones y matizada,
como tantas otras nuestras, por la influencia o contagio del mestizaje
vernáculo, hecha de levadura indígena, del toque negro o mulato, y los
escrúpulos europeizantes..." *
No muchos saben el origen
de esta palabra, que en Colombia, pero también en Ecuador y Perú, designa
a una bebida por la que durante siglos han suspirado quienes han llegado a
probarla.
La Real Academia de la Lengua habla de ella como un colombianismo, y aunque
algunos puedan creer que se origina de la palabra inglesashampoo (friccionar) y ésta a su vez
del hindi chāmpnā, que significa sobar (por
aquello del modo en que se amasa el maíz en su preparación), lo cierto es que
es de origen quechua (lo mismo que la palabra chontaduro), lo que nos recuerda
que ese gran imperio llegó desde lo que conocemos como Perú hasta el sur de
nuestro país, por lo que compartimos una tradición culinaria ancestral.
Tomar el champús con pandebono, empanada, chorizo o solo, siempre refresca el
cuerpo, el alma y el corazón. Se trata de una bebida que ha estado siempre
presente en tradiciones importantes de la región.
Quien venga a
Colombia y al Valle no puede irse
sin probar esa mezcla exótica de melao de panela, maíz,
lulo, piña, canela, clavos de olor y las infaltables hojitas de naranjo agrio,
toda una experiencia gastronómica que conjuga en sí misma la tradición
española, indígena y africana.
En su variedad peruana, el champús es una bebida caliente y en vez de lulo se
le agrega guanábana y membrillo, y es vendida por la champusera, una
figura emblemática del paisaje urbano limeño, casi siempre de raza negra, que
transmite la receta por generaciones.
En el Ecuador, es el champús una bebida que acompaña a ritos funerarios de gran
relevancia; es de hecho, junto con el pan amasado en casa, el alimento
principal para "dialogar" con los muertos el día de los difuntos,
hacia finales de octubre.
Aquí en el Valle del Cauca,
como en Perú, ha sido la raza negra la que ha perpetuado la receta;
nuestra tradición de zona azucarera ha permitido que el champús se
instale en nuestras mesas para celebrar la navidad o las fiestas populares.
O si no que lo
diga Lola, la del Champús de Lola, uno de los establecimientos más
tradicionales de Cali, donde generaciones enteras hemos probado esta bebida.
Desde hace 30 años Lola Carabalí, abuela de la actual Lola puso su
"chuzo" cerca a la Plaza de Toros, lugar al que llegaba gente de
todos los rincones de la ciudad, en ese entonces más pequeña y menos caótica
que hoy.
Su hija y sus nietos (Lola, Noralba y Antonio) han mantenido la receta intacta,
y de aquel desaparecido puesto en la Plaza, hoy sobreviven dos: uno en la loma
de San Antonio y otro en Juanambú.
Así como el Champús de Lola, otros lugares son reconocidos por esta exquisita
bebida, aunque muchos afirman que el preparado en casa, aquel que resulta
de la verbenas para recoger fondos, en los barrios o el que se pasa
vendiendo en las calles, ese, siempre será el mejor, pues nos recuerda que
nació de abajo, bebida humilde que recibe la energía del maíz, la dulzura
de la caña y la piña, la fuerza y el carácter del lulo, el olor
de los clavos y la canela, y el toque secreto de las hojas de naranjo.
Más que una
hermosa tierra digna de querer. El Valle es su gente, sus costumbres y
tradiciones, su variada gastronomía, su cultura particular. El Valle es hogar
de todos. De propios que la forjan y de forasteros que la admiran.
Hoy es una región
densamente poblada, urbanizada, transformada por las múltiples influencias
recibidas, que poco o nada se parece a la región de hace un siglo. Pero, pese a
los cambios, en su corazón cultural todavía palpita el espíritu mulato,
afrohispánico, que le dio origen y le sigue marcando el rumbo. De allí su
riqueza artística, sus variados tipos humanos y sus singulares productos
culturales, lo que, sumado a su exuberante geografía tropical, le otorga un
enorme potencial turístico.
Hoy el Valle
del Cauca, un crisol de etnias, culturas y clases sociales, continúa creciendo,
continúa recibiendo emigrantes desplazados por otras violencias, pero en esta
ocasión los frentes de trabajo que absorvan la mano de obra que afluye son más
escasos y los servicios públicos, las escuelas y los hospitales son
insuficientes, no dan abasto. Hemos creado un mundo complejo, multicultural y
multitudinario que necesita, para que se de otra oleada de desarrollo similar a
la vivida a partir de comienzos del sigo XX, poner en movimiento el excedente
de fuerza laboral que hay en su población, y que millones de vallecaucanos
contribuyan de nuevo a la grandeza del país y al bienestar de la colonia. como
dicen los vallecaucanos
A
CADA SANTO UNA VELA.
De fiestas y
celebraciones sacras es de lo que saben los vallunos. El culto a Dios, la
invocación a los santos e incluso los ruegos al diablo forman parte de sus
tradiciones. No hay un solo pueblo de la comarca que no celebre a su santo
patrón, realice procesiones con las imágenes en andas, les rece a sus muertos,
inunde de flores los altares al final convierta en una fiesta cada
conmemoración religiosa. En la mayoría de las poblaciones ubicadas en el valle
del río Cauca y en la zona montañosa de la región se conservan las costumbres
heredadas de los colonizadores españoles, con todo su rigor y solemnidad. Las
fiestas religiosas son motivo de reunión para familias y comunidades que
participan de lleno en sus preparativos y en su realización. Hay ocasiones especiales
como la Semana Santa donde las calles se inundan de feligreses que acompañan
cada día las procesiones que conmemoran la muerte y resurrección de Jesucristo.
CELEBRACIÓN DE LA VIDA.
De lo sacro
a lo pagano hay un paso casi imperceptible, el Valle sí que lo sabe. Así como
se honra a Dios, a los santos y a la muerte, se celebra a la vida, se tributa a
la tierra y al agua, se exalta la belleza y el empuje de sus gentes, se le hace
honor a la música, se convida a los ausentes. Todo, al fin y al cabo es una
fiesta popular, ya sea espiritual, lúdica o comercial.
Durante el año se
realizan cerca de 150 celebraciones entre ferias, festivales y conmemoraciones.
Estas son algunas de las más importantes:
FERIAS AGROPECUARIAS
Enero: Feria
Exposición Agropecuaria, Artesanal e Industrial de Roldadillo.
Junio: Feria
Agropecuaria, Artesanal e Industrial de Tuluá.
Julio: Feria de
Exposición Agropecuaria de Buga.
Septiembre:
Exposición Equina Agroindustrial de Cartago.
Noviembre: Feria
Nacional Agropecuaria de Palmira.
CELEBRACIONES SACRAS
Febrero: Fiestas
Patronales de Nuestra Señora de la Candelaria en Candelaria.
Marzo-Abril:
Semana Santa en Caicedonia.
Mayo: Fiestas de
San Antonio en Sevilla.
Junio: Fiestas de
San Pedro y San Patricio en Cartago y Fiestas Patronales de San Antonio de
Papua en Palmira.
Agosto: Fiestas de
San Roque y San Lorenzo en Guacarí.
Septiembre:
Rogativas al Señor de los Milagros de Buga.
FESTIVALES MUSICALES
Junio: Festival
del Mono Núñez en Ginebra.
Junio: Concurso de
Música Inédita para Bandas en San Pedro.
Julio: Festival de
Música del Pacífico Petronio Álvarez en Cali.
Julio: Festival
Bandola en Sevilla.
Agosto: Festival
Folclórico del Litoral Pacífico en Buenaventura.
Octubre: Festival
Latinoamericano de Danzas Folclóricas de Guacarí.
LO MAS TIPICO DE
UN VALLECAUCANO
Las
costumbres del Valle del Cauca son muy particulares, el salir los domingos al
paseo familiar a Pance, o visitar el cerro de las tres cruces, caminata
obligatoria para los buenos deportistas o un sábado a degustar despues de un
partido de Basquetbool en las canchas panamericanas los deliciosos cholados. El
disfrutar un fin de semana un buen sancocho de gallina en leña con la familia,
al igual que disfrutar de las ciclovías que atraviezan la ciudad. hacen de Cali
una ciudad muy alegre y jovial, sin olvidar las rumbas en Juanchito, en Menga y
en la avenida sexta.
BAÑO EN EL RÍO
Y paseo de olla
El baño en el río
es para los vallunos una costumbre que persiste y que se constituyó desde el
principio como una forma de sociabilidad. Un día festivo o un domingo resulta
ideal para hacer el paseo. La olla no puede faltar para preparar un sancocho de
gallina en fogón de leña que sirva para levantar el ánimo a los convidados.
DE BAILE Y
DIVERSIÓN
Sabe el Valle
El baile distingue
a los vallunos. Es su manera de expresarse y forma parte de su identidad. Sean
hombres o mujeres. Del Pacífico o de las Llanuras, todos parecen tener una
disposición innata para mover el cuerpo al son de la música. Como todo en la
región no se podría esperar otra cosa debido a la mixtura racial y cultural de
su gente. Niños, jóvenes, adultos ancianos han bailado con frenesí desde
tiempos memoriales, ya sean bambucos y pasillos, o salsa y pachanga.
SANGRE Y ARENA.
Con la llegada de
los colonizadores europeos al Nuevo Reino, arribaron también costumbres como
las riñas de gallos y las corridas de toros. En el Valle se arraigaron de tal
manera que es uno de los territorios galleros de país y su fiesta brava se ha
convertido en una de las más importantes del continente. Hoy forman parte de
las celebraciones más importantes.
PELEA DE GALLOS.
La cría de
gallos finos de pelea se convirtió en un arte y6 hoy todos los pueblos
vallecaucanos cuentan con al menos un gallera en la que se congregan a diario
jugadores, apostadores y espectadores que rematan con fiesta una vez terminadas
las corridas. De tal importancia es la fiesta gallera para la región, que a sus
escenarios se han trasladado las “pugnas” regionalistas entre antioqueños y
vallunos buscando el liderazgo nacional de las competencias
LAS FAENAS.
En Cali, a
mediados del siglo pasado, la lidia de toros se convirtió en la médula espinal
de su feria decembrina. Los otros eventos giraban en torno a la fiesta brava,
incluida la rumba que se formaba en los remates de corrida. De hecho, sigue
considerándose una de las mejores temporadas de América junto a la de
Manizales. Aunque hoy las corridas de toros siguen siendo importantes en medio
de la feria y congregan aún a miles de visitantes de otros lugares del país y
de iberoamérica, se ha distanciado del resto de las celebraciones que se
realizan en la capital vallecaucana en el marco de esas festividades.
AHIJADOS Y
MACETAS.
Una
tradición única en el Valle de Cauca es la de las macetas. Se trata de una
colección de figuritas hechas de azúcar, montadas sobre un palo de maguey y
adornadas con ringletes y papelillos de colores. Desde finales del siglo XIX la
maceta se instituyó como el regalo de padrinos y ahijados en su día, que se
celebra el 29 de junio. Al parecer las macetas formaban parte de un
conglomerado de actividades, que incluían juegos y cuentos, con los que se
celebraba además la llegada del verano y as fiestas de San Pedro y San Pablo el
28 y 29 de junio. Su incorporación a las tradiciones regionales se dio a la par
con la llegada de la caña de azúcar. Algunos historiadores aseguran que la
costumbre se tomó de los esclavos negros que trabajaban en las plantaciones,
quienes formaban un melao blanco de azúcar con el cual moldeaban figuras con las
que representaban sus vivencias.